martes, 19 de octubre de 2010

Rayado y blanco

Recuerdo el día en que llegó a mi casa, estaba asustado y un tanto cohibido. Mi madre y yo observábamos curiosas todos sus movimientos, los cuales eran casi nulos. Intentábamos ofrecerle algo de comer, al principio no le prestaba mucha atención, más tarde empezó a probarla. Poco a poco comenzaba a coger confianza. Empezó a moverse por la casa, siempre sigilosamente y con mucho cuidado. Lo miraba todo, curioso, como es él. Cuantos más días pasaban más cariñoso se iba volviendo con la familia. Todo eso son recuerdos.
Ahora es atrevido y muy sofisticado, hace lo que quiere. Es un tanto perezoso, sobre todo durante el día. Le gusta dormir en la cama de mis padres toda la tarde. Para él es la mejor siesta del día. Pero por el contrario por la noche le gusta jugar, sobre todo con mi perro, Golfo. Cuando se van acercando las once de la noche empieza a ponerse revoltoso, a veces sube a la azotea de mi casa y desde allí admira la calle y la gente pasar; le encanta mirar a la calle, sobre todo en la noche. Además, la azotea es el punto más alto de mi casa, y a él siempre le gusta estar en las alturas, cuanto más alto mejor. A mí lo que más me gusta de él es mirarlo cuando duerme, parece tan bueno… Cuando duerme en mi cama se acerca a los peluches que tengo sobre ella, porque le dan calor, él tiene que sentir el calor siempre, no puede dormir en un lugar frío, eso me recuerda a mí misma. En invierno muchas noches duerme conmigo, y se pone entre mis pies. Pero luego es un madrugador, mi madre dice “claro, si duerme todo el día”, cuando yo me levanto para ir a clase, él se levanta conmigo, empieza a seguirme a todos lados de la casa, y cuando me marcho se queda tras la puerta, triste, esperando a que vuelva. Pero no puedo volver hasta el mediodía, y cuando lo hago, me recibe contento, contorneándose, paseando entre mis piernas deseando que le haga alguna caricia, alguna apreciación por su recibimiento. Pero los fines de semana, yo no tengo que ir a clase, y en esos días es él quien me despierta a mí. Odio cuando hace eso, pero lo entiendo, está vengándose por el resto de la semana. El otro día hizo algo curioso, era la hora de comer, y tenía su comida en el plato, pero no la quería. Fue hacia la despensa de mi casa y buscó la comida que él quería, parecía que estaba diciendo “esta es la que quiero, esta es la que a mí me gusta”, cuando lo vimos, mi madre y yo nos echamos a reír, “que listo es” pensamos. Pero lo mejor es cuando viene su amiga a casa. Mis hermanos viven en un pueblo del País Vasco y siempre que el mayor de ellos viene a Sevilla, la trae con él. Se pone contentísimo, y como ella también es muy revoltosa, casi diría que más, a mi madre la vuelven loca. Es más pequeña por lo que le gusta jugar más y a veces le cansa, pero en el fondo sé que la quiere. Cuando están los dos juntos me transmiten una gran ternura. También es muy protector con ella. Me gusta esa faceta de él, porque mi perro siempre quiere jugar con la pequeña, pero nosotros no le dejamos porque podría hacerle daño sin querer; así que cuando él ve que el perro se acerca a ella, corre para apartarlo. Es un gran amigo y compañero, sobre todo para mi madre, se queja mucho de él cuando hace alguna trastada pero en el fondo lo quiere tanto como yo. Me alegro de haberlo acogido en mi casa y espero que siga con nosotros durante mucho tiempo.

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