jueves, 1 de abril de 2010

PaRaDas OLviDaDas


“Próxima parada: Puerta de Atocha”.
Tras escuchar el sonido del megáfono, volví al mundo real, solté mi libro y comencé a notar cómo el tren se iba deteniendo poco a poco. En cuanto las puertas se abrieron, una muchedumbre ajetreada comenzó a subir al tren. Hombres trajeados, madres que reñían a sus hijos, adolescentes que salían del instituto… todos con el mismo fin, llegar a sus hogares tras una dura jornada.

Una vez tranquilizado el ambiente, volví a retomar la lectura olvidada por el escándalo.
<<Alguien que nunca fue identificado había metido por debajo de la puerta un papel dentro de un sobre, en el cual le avisaban a Santiago Nasar que lo estaban esperando para matarlo, y le revelaban además el lugar y los motivos, y otros detalles muy precisos de la confabulación. El mensaje estaba en el suelo cuando Santiago Nasar salió de su casa, pero él no lo vio, ni lo vio Divina Flor ni lo vio nadie hasta mucho después de que el crimen fue consumado>>
La obra me tenía sumamente intrigada y me asaltó una gran duda, cómo después de tantos indicios, esa muerte no pudiera o no quisiera ser evitada.
Mientras intentaba buscar una respuesta a mi pregunta, mi mirada se desvió al exterior, y me di cuenta que aquel paisaje no me resultaba familiar. ¿Me habría pasado mi parada? Decidí entonces buscar al revisor, y confirmé mi sospecha, estaba tan inmersa en mi lectura, que hacía diez minutos que mi parada había quedado atrás.
Por lo tanto, decidí esperar a la próxima parada y coger otro tren que me llevara a mi destino.
“Ahora no volveré a cometer el mismo error, dejaré la obra de García Márquez a un lado, y esperaré atentamente a la próxima parada”, pensé mientras guardaba mi libro.
Al instante, me di cuenta que un pasajero que se encontraba en el asiento de enfrente, ojeaba sin prestar mucha atención un libro. Parecía que no le interesaba, ¿Cómo era posible que no se sintiera atraído por una obra de Paulo Coelho?
En ese momento, recordé aquello que tanto nos repetía mi profesor de literatura en el instituto, “No hay buenos ni malos libros, sino buenos y malos lectores”.
Para mí, la lectura es un despliegue de vida, una forma de entender el mundo y de entenderme a mí misma, a través de lo desconocido y lo cotidiano. Por tanto, aquel señor no debía pertenecer al gremio de los buenos lectores.
A mi parecer, hay personas que aprovechan el tiempo del tren, del autobús… para leer, como mera forma de pasar el tiempo, y otras personas como yo, que olvidan el mundo real, haciendo de la lectura un placer y no una obligación. El buen lector no es aquel que tiene tiempo para leer, sino aquel que lo busca.
Desde mi punto de vista, un libro nunca muere después de ser leído, sin embargo, para los malos lectores el valor del libro desaparece cuando lo terminan, como decía mi abuela, “Ya ha sido usado, ya ha cumplido su misión”.
De repente, me interrumpió una entusiasmada carcajada. Un niño disfrutaba con la historia que su madre le leía. Me hizo viajar a aquellos tiempos en los que era niña, y mi propia madre me leía esos cuentos en los que imaginaba ser una princesa, soñando que algún día conocería a mi príncipe azul, y recordé aquellas tardes  en las que me disfrazaba junto a mis primos para hacer realidad mi cuento. Esa capacidad de recreación que tenemos cuando somos niños se va perdiendo de forma natural a medida que vamos creciendo. En cierta manera, me alegré al comprobar que todavía existen padres para los que es importante inculcar a sus hijos el valor de la lectura.
Mis pensamientos llegaron a su fin en el momento en el que alcancé a escuchar esa voz que antes no había llegado a mis oídos.
“Próxima parada: Chamartín”.

Grupo de trabajo:
Ana José García García
Laura Rodríguez Iñigo
Saira Rodríguez López
Mercedes Velarde Cepeda

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